jueves, 7 de enero de 2016

Reseñas del libro Introducción a la Teología Ecuménica de J.E. Vercruysse (Introducción, capítulos I y II)

INTRODUCCIÓN
¿Dónde hunde sus raíces el compromiso ecuménico y cuál es su principal objetivo?                                                                                                                                             
El compromiso ecuménico nace de la conciencia del escándalo que supone la división entre los cristianos. Por lo tanto, el movimiento ecuménico, que nace a finales del s. XIX, busca el hacer consciente de esta herida histórica y buscar las vías adecuadas para restablecer la comunión eclesial.
¿Cuáles son los dos grandes objetivos ecuménicos?                    
Tiene dos grandes sentidos: el primero, antiguo, en el lenguaje eclesiástico y se utiliza para denominar al patriarca ecuménico o el concilio ecuménico (aún se usa). Este concepto nace en el mundo pagano para referirse al mundo habitado o civilizado. Con la cristiandad, primero se refirió al patriarca de la ciudad imperial de Constantinopla y del Concilio Ecuménico. Después de la ruptura, la Iglesia latina sigue utilizándolo para referirse al Concilio ecuménico, universal y general y los símbolos de la fe católicos y ecuménicos. En definitiva, ecuménico quiere decir la universalidad y catolicidad externa de la Iglesia. El segundo, nuevo pues nace con el movimiento ecuménico, denomina a la actividad interconfesional para  la unión de las Iglesias. Por último, también nos encontramos el ecumenismo secular que busca un diálogo y compromiso con el mundo secular,  para ello, es necesario  la unidad de los cristianos y las iglesias.
¿Qué horizonte se nos abre con el ecumenismo?
El horizonte que se nos abre es de reconciliación, unidad y catolicidad, aun no siendo la unidad y la comunión un fin en sí mismo. Esto conlleva abrirnos al Espíritu.
GEOGRAFÍA DE LA DIVISIÓN
Las divisiones empiezan ya en el siglo V, a partir del Concilio de Calcedonia (451) muchas iglesias de la parte greco-orientales de la cristiandad se van a separar de la “ortodoxia” cristiana, llamándose así iglesias antiguas orientales o apostólicas de oriente. Estas nacerán de los dos grandes patriarcados: Alejandría, de donde sugirá la Iglesia copta y la etíope y Antioquía, que se originará la Iglesia sirio occidental o jacobita.
Es con el cisma de oriente a manos de Umberto di Silva Candida y Miguel Cerulario en junio de 1504 cuando la iglesia de Bizancio rompe con Roma, una ruptura que es la culminación de un conflicto político y personal. También es verdad que, a tenor de lo dicho, podemos hablar de una falta de comunión real entre las dos iglesias.
En el siglo XVI nacerá la reforma protestante como fruto de una necesidad de reforma radical por parte de la Iglesia Católica. Esta reforma la comenzará Martín Lutero en Alemania pero pronto se unirán a la reforma Juan Calvino y sus futuras Iglesias presbiteranas, el movimiento anabaptista y el anglicanismo de Enrique VIII. Esta reforma será transportada hasta el Nuevo Mundo y comenzará una nueva reforma religiosa en el siglo XVIII y tendrán por nombre los “evangélicos”.
UNIDAD Y RECONCILIACIÓN
La desunión contradice la propia esencia del Evangelio. Sin embargo, la desunión y la infidelidad no son capaces de destruir la unidad concedida a la Iglesia.
El movimiento ecuménico rechaza un concepto pasividad en la división, aceptarla y que cada Iglesia vaya por su camino.
La tarea ecuménica exige una conversión hermenéutica, el punto de vista y la perspectiva eclesiológicas deben ser correctas. La aceptación de este hecho lleva a la superación del aislamiento confesional y sirve de fundamento a una profundización ulterior de la  comunión.
Otra clave fundamental del movimiento ecuménico es el perdón y la reconciliación. Es un camino profundamente evangélico.
Debemos buscar lazos de unión como la oración, la Sagrada Escritura y la Eucaristía. Centrémonos en este último sacramento. Al celebrar la Eucaristía recordamos  la misma pasión del Señor, su sacrificio y su Pascua por nuestra redención.  La Eucaristía es el mayor signo de unión.

Por último, el movimiento ecuménico no se reduce solo al restablecimiento de la comunión formal y visible entre las Iglesias cristianas. Más bien, se trata de una obediencia al Evangelio. Esto se traduce a que al fin de cuentas que la unidad es un don y gracia de Dios aunque esto no justifique la pasividad del hombre histórico a trabajar para este fin.

1 comentario:

  1. Gerardo, como siempre, tus síntesis son demasiado sintéticas, debes poner algo más. La cuestión segunda es sobre los "objetivos" del ecumenismo y no sobre el "sentido" del término. Míralo y ya me dices. Saludos

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