viernes, 8 de abril de 2016

Síntesis de la encíclica Ut unum sint del Papa san Juan Pablo II

A continuación expondremos de un manera breve una síntesis de la encíclica Ut unum sint escrita por el entonces Papa, san Juan Pablo II en el año 1995[1]. Esta encíclica tratará el ecumenismo teniendo como texto base el decreto del Concilio Vaticano II, Unitatis redintegratio, pudiendo ser, a mi juicio y sin pretensión de acotarla o reducirla, un comentario actualizado de este decreto.
Con esta síntesis no recojo todas las ideas que en la encíclica se exponen sino un repaso de las ideas que a mi juicio son recalcables, sea por su vigencia teológica y pastoral o porque me haya llamado la atención.
El Santo Padre ve con optimismo los pasos que se van dando en los diálogos bilaterales con las distintas confesiones. Un ejemplo de ello lo vemos cuando muestra la situación de las relaciones de las distintas Iglesias y Comunidades eclesiales de Oriente y Occidente. Por un lado, vemos que la Iglesia católica valora la rica tradición de las iglesias orientales y la celebración de los sacramentos. Sin embargo, se sabe que no va a ser fácil la unidad después de más de mil años de división. También se dirige a las antiguas iglesias de oriente como las que surgieron después de los concilios de Éfeso y Calcedonia. Por otro lado, las iglesias y comunidad eclesiales de Occidente, herederas de la Reforma, se tienen en cuentas las grandes divergencias en cuestión de sacramentos y, en concreto, del ministerio ordenado y la Eucaristía. Sin embargo, el Papa apunta la creación en 1964 del Cuerpo Mixto de trabajo con el Consejo Ecuménico de las Iglesias que ha dado lugar a un diálogo fecundo y rico entre ambas confesiones.
El documento parte de una urgencia del ecumenismo debido a una motivación misionera y por el testimonio de miles de mártires (sobre todo en la actualidad) donde compartimos muchos mártires y santos. La división es un escándalo, la unidad es una categoría esencial de la Iglesia, constituidas por vínculos de fe, sacramentos y comunión jerárquica, todo esto dado por el Espíritu Santo.

Hablará también del compromiso ecuménico que es la conversión de los corazones (personal y comunitario) y la oración. Por ello se requiere el “diálogo de conversión” como fundamento del diálogo ecuménico y consiste en reconocer sus propias faltas, confesar sus culpas y trabajar juntos.
El Santo Padre concebirá el Movimiento Ecuménico como un movimiento de distintas confesiones que pretende el restablecimiento de la plena unidad visible de todos los bautizados, “sin imponer cargas a nadie”.
Podemos hablar de frutos ecuménicos en dos lugares teológicos esenciales para cualquier comunidad cristiana: la Palabra de Dios y la liturgia. Por una parte, se han editado traducciones ecuménicas de la Biblia y, por otra parte, en lo que a la liturgia se refiere, se ha renovado el culto y se toma en cuenta la communicatio in sacris.
Dicho esto debemos apuntas que el diálogo ecuménico no es solo doctrinal sino de amor, es decir, requiere un reconocimiento mutuo. Además del debate teológico  también ha habido encuentros de oración y colaboración prácticas. “Las visitas pastorales tienen una prioridad ecuménica”.
Sin embargo, san Juan Pablo II recuerda algunos puntos en los que seguir profundizando y avanzando juntos por el camino del ecumenismo. Estos son la relación entre la Sagrada Escritura y la Tradición de la Iglesia; la Eucaristía como sacramento; el Orden como sacramento que incluye el episcopal, presbiterado y diaconado; el Magisterio confiado al Papa y a los Obispos en comunión con él y la virginidad de María, la Madre de Dios.
Me gustaría subrayar los números de 91-96 que hablan sobre la legitimidad del Primado de Pedro. El Papa es un sujeto que segura la unidad y también suscita división para algunas Iglesias y comunidades eclesiales, por ello pide perdón. Se remonta a la figura de Pedro y el encargo que le da Jesús (Mt 16, 17-19) aun su debilidad.
Por último, el Santo Padre exhorta a los Obispos a promover  la unida y pedir al ES el espíritu de oración, acción de gracias y esperanza.
El texto busca ser una fiel lectura de Unitatis redintegratio, no diremos que es un comentario a este decreto pero si es cierto que parte de allí para leer todos los avances y valorar todos los frutos que se han cosechado desde su publicación en los años sesenta hasta mediados de los noventa, a las puertas del jubileo del 2000.
Es un texto que mira con orgullo el presente y con optimismo y esperanza el futuro. Un texto que ansía la unidad y de verdad cree que es posible. Un documento para todos aquellos que aún no se han convencido de que el ecumenismo no es un accidente, un añadido, una “pastoral” de la Iglesia Católica u otras confesiones sino que es una actividad que parte de una categoría esencial de la Iglesia: la unidad, una unidad que es a su vez un imperativo en boca de Jesucristo: ¡Qué todos sean uno! Ut unum sint (Jn 17, 21).
                                                                                                          









[1] Hay que apuntar que esta encíclica (25 de mayo de 1995) fue publicada pocos días después su Carta Apostólica Orientale lumen, con ocasión del centenario de la Orientalium Dignitas del Papa León XIII (2 de mayo de 1995). Ver San Juan Pablo II, Documentos sobre el ecumenismo: Encíclica Ut unum sint y Carta Apostólica Orientale lumen, Ed. Palabra, Madrid, 1995.

jueves, 7 de enero de 2016

GUIÓN DE MISA PARA LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

MONICIÓN DE ENTRADA
Bienvenidos hermanos y hermanas al quinto día del octavario de la oración por la unidad de los cristianos. Un octavario que la Iglesia nos invita a orar por la unidad de todos los cristianos y recordar nuestro compromiso como bautizados y bautizadas de construir puentes de unión con nuestros hermanos y hermanas separados para que la gente nos reconozcan, como veremos en la Evangelio de hoy, por amarnos unos a los otros.

HOMILÍA
Hermanos, hermanas, no sé si han podido ver un anuncio cuyo eslogan es “somos de un lugar llamado mundo”. Con esta frase, entendemos que nosotros no nos definimos solamente por ser de una nación u otra sino que todos somos seres humanos, todos somos vecinos del mismo planeta Tierra.
Las lecturas que nos propone el quinto día del octavario van por esa idea, universalizar al ser humano. Sin embargo, esta idea tan bella puede tener pocas bases argumentativas pues nos podemos hacer esta pregunta: bien, somos de un lugar llamado mundo pero ¿qué es lo que me une a alguien que no conozco de nada? Es más ¿qué es lo que me une a alguien con el que no pienso o creo lo mismo?
El salmo nos dirá que de “Yahvé es la tierra”, el Señor es el Dios de la tierra y de la historia. A partir de esta realidad, podemos entender lo que Isaías nos dice cuando habla de una hospitalidad al extranjero, una hospitalidad que nace no de la solidaridad vacía del ser humano sino del Señor, no acogemos al otro porque nos cae bien, porque queremos algo de él, es más no le acogemos a nuestra casa, sino a la Casa del Señor porque es Casa de oración para todo los pueblos.
Con Isaías encontramos una clave importante para la unidad entre los cristianos. Esta unidad no se debe basar en que el hermano separado tiene que entrar por “nuestros esquemas y predicados”, eso sería –disculpen mi atrevimiento– un acto fascista de uniformar a todos por la fuerza de una razón imperialista. No debe entrar por nuestros esquemas sino que todos, católicos y no católicos, debemos entrar en el esquema de Dios para que juntos podamos entrar en la casa de oración del Señor. ¿Cuál es el esquema del Señor que nos invita a todos entra? ¿Cuál es el mandamiento que nos manda el Señor? A estas preguntas hayamos la respuesta en el Evangelio: el amor.
El Evangelio de hoy nos relata el último mandato de Jesús: que nos amemos los unos a los otros como Él nos amó. Recordemos hermanos y hermanas que este texto se encuadra en el lavatorio de los pies, un acto que nadie, incluso sus discípulos entendía. Un acto de amor incomprensible pero que resume toda la actividad de Jesús: el servicio y el amor al otro.
Hermanos, hermanas, en este día la Iglesia nos hace caer en la cuenta que el principio del ecumenismo, de la unidad entre el cristianos y cristianas, es el amor. Recordemos que el origen del movimiento ecuménico, un movimiento que nace en el siglo XX para reflexionar este tema, es la falta de testimonio que había en las tierras de misión al hacer ver a las gentes un Cristo separado. Debemos creer que verdaderamente es la caridad, el  amor, el servicio el lazo más fuerte y el camino más seguro para la unidad. Oremos y trabajemos para que nuestra oración y nuestro hacer no la dirija nuestras ansias de imponer la verdad sino nuestro deseo de cumplir la voluntad del Señor: amar los unos a los otros como Él nos ama.

PRECES
  •         Por el papa Francisco y nuestro obispo Francisco, para que el Señor les de sabiduría y capacidad de diálogo para establecer a nivel universal y diocesano un verdadero y real camino ecuménico. Roguemos al Señor.
  •         Por los gobernantes y dirigentes políticos, para que luchen por el bien común y sean solidarios por las realidades y países más pobres. Roguemos al Señor.
  •         Por nuestros hermanos separados, por el bien de sus iglesias y comunidades, en especial por las que están perseguidas en Oriente Medio. Roguemos al Señor.
  •         Por nosotros y nosotras, que el Señor nos ilumine y nos de fuerzas para ser verdaderos misioneros de la unidad tan necesaria para dar testimonio de nuestra fe y amor. Roguemos al Señor.
 

CANTOS
  •         Entrada: Somos piedras vivas.
  •         Ofertorio: Saber que vendrás.
  •         Comunión: Oración sacerdotal (pongo la letra porque quizás sea menos popular):

A esto se reduce mi doctrina, 
esto es todo el resumen de mi ley;
 que os améis los unos a los  otros
 igual que yo os amé.
Yo te pido por ellos, no pido por el mundo.
Yo les di tu doctrina y el mundo les odió.
Guárdalos en tu nombre que todos sean uno
para que sepa el mundo quién fue .el que me envió.
He guardado en tu nombre a éstos que me has dado.
No son ellos del mundo igual que yo no soy.
Santos cual tu verdad, hoy hazlos en tu nombre.
Como Tú me enviaste, los envío así yo.
Si te pido por ellos, también pido por todos
los que por tu palabra un día creerán;
que todos sean uno igual que Tú y yo somos:
que el amor que me diste sea en ellos realidad.
  •  Salida: Alma misionera.

Reseñas del libro Introducción a la Teología Ecuménica de J.E. Vercruysse (Introducción, capítulos I y II)

INTRODUCCIÓN
¿Dónde hunde sus raíces el compromiso ecuménico y cuál es su principal objetivo?                                                                                                                                             
El compromiso ecuménico nace de la conciencia del escándalo que supone la división entre los cristianos. Por lo tanto, el movimiento ecuménico, que nace a finales del s. XIX, busca el hacer consciente de esta herida histórica y buscar las vías adecuadas para restablecer la comunión eclesial.
¿Cuáles son los dos grandes objetivos ecuménicos?                    
Tiene dos grandes sentidos: el primero, antiguo, en el lenguaje eclesiástico y se utiliza para denominar al patriarca ecuménico o el concilio ecuménico (aún se usa). Este concepto nace en el mundo pagano para referirse al mundo habitado o civilizado. Con la cristiandad, primero se refirió al patriarca de la ciudad imperial de Constantinopla y del Concilio Ecuménico. Después de la ruptura, la Iglesia latina sigue utilizándolo para referirse al Concilio ecuménico, universal y general y los símbolos de la fe católicos y ecuménicos. En definitiva, ecuménico quiere decir la universalidad y catolicidad externa de la Iglesia. El segundo, nuevo pues nace con el movimiento ecuménico, denomina a la actividad interconfesional para  la unión de las Iglesias. Por último, también nos encontramos el ecumenismo secular que busca un diálogo y compromiso con el mundo secular,  para ello, es necesario  la unidad de los cristianos y las iglesias.
¿Qué horizonte se nos abre con el ecumenismo?
El horizonte que se nos abre es de reconciliación, unidad y catolicidad, aun no siendo la unidad y la comunión un fin en sí mismo. Esto conlleva abrirnos al Espíritu.
GEOGRAFÍA DE LA DIVISIÓN
Las divisiones empiezan ya en el siglo V, a partir del Concilio de Calcedonia (451) muchas iglesias de la parte greco-orientales de la cristiandad se van a separar de la “ortodoxia” cristiana, llamándose así iglesias antiguas orientales o apostólicas de oriente. Estas nacerán de los dos grandes patriarcados: Alejandría, de donde sugirá la Iglesia copta y la etíope y Antioquía, que se originará la Iglesia sirio occidental o jacobita.
Es con el cisma de oriente a manos de Umberto di Silva Candida y Miguel Cerulario en junio de 1504 cuando la iglesia de Bizancio rompe con Roma, una ruptura que es la culminación de un conflicto político y personal. También es verdad que, a tenor de lo dicho, podemos hablar de una falta de comunión real entre las dos iglesias.
En el siglo XVI nacerá la reforma protestante como fruto de una necesidad de reforma radical por parte de la Iglesia Católica. Esta reforma la comenzará Martín Lutero en Alemania pero pronto se unirán a la reforma Juan Calvino y sus futuras Iglesias presbiteranas, el movimiento anabaptista y el anglicanismo de Enrique VIII. Esta reforma será transportada hasta el Nuevo Mundo y comenzará una nueva reforma religiosa en el siglo XVIII y tendrán por nombre los “evangélicos”.
UNIDAD Y RECONCILIACIÓN
La desunión contradice la propia esencia del Evangelio. Sin embargo, la desunión y la infidelidad no son capaces de destruir la unidad concedida a la Iglesia.
El movimiento ecuménico rechaza un concepto pasividad en la división, aceptarla y que cada Iglesia vaya por su camino.
La tarea ecuménica exige una conversión hermenéutica, el punto de vista y la perspectiva eclesiológicas deben ser correctas. La aceptación de este hecho lleva a la superación del aislamiento confesional y sirve de fundamento a una profundización ulterior de la  comunión.
Otra clave fundamental del movimiento ecuménico es el perdón y la reconciliación. Es un camino profundamente evangélico.
Debemos buscar lazos de unión como la oración, la Sagrada Escritura y la Eucaristía. Centrémonos en este último sacramento. Al celebrar la Eucaristía recordamos  la misma pasión del Señor, su sacrificio y su Pascua por nuestra redención.  La Eucaristía es el mayor signo de unión.

Por último, el movimiento ecuménico no se reduce solo al restablecimiento de la comunión formal y visible entre las Iglesias cristianas. Más bien, se trata de una obediencia al Evangelio. Esto se traduce a que al fin de cuentas que la unidad es un don y gracia de Dios aunque esto no justifique la pasividad del hombre histórico a trabajar para este fin.

COMENTARIO A LA UNITATIS REDINTEGRATIO

Unitatis Redintegratio es fruto del movimiento ecuménico, un movimiento que lo tuvo muy difícil en sus orígenes, a mediados del siglo XX, y que tiene  como fin la restauración de la unidad de la Iglesia[1]. El concilio define este movimiento como “las actividades e iniciativas que se suscitan y se ordenan a fomentar la unidad de los cristianos” (nº 4).
A nivel más institucional, el papa  san Juan XXIII,  crea y oriennta  el Aecretariado para la  Promocion de la Unidad Cristiana. De esta forma, el Santo Padre se convierte en el primer papa en apoyar el movimiento ecuménico dándole forma en un secretariado pontificio.
Aunque el concilio le dedique un decreto al diálogo ecuménico, hay que decir que  el ecumenismo cruza todo el concilio como una línea transversal. Es decir, no podemos entender el ecumenismo como un tema aparte entre muchos otros sino una cuestión eminentemente seria y tratada.
El decreto se firmó en noviembre de 1963 por el papa Pablo VI con el nombre De oecumenismo[2] cuyo esquema consta de tres capítulos: el primero, Principios  del ecumenismo católico; el segundo, Práctica del ecumenismo y el tercero, Cristianos separados de  la Iglesia católica.
Podríamos decir que ya en número dos nos presenta una cristología bastante explícita ya que vemos a un Jesucristo deseoso de la unidad, aludiendo al famoso Juan 17.
En el proemio ya nos dice la suma importancia que tiene el decreto dentro del Concilio ya que uno de los objetivos del concilio es “reconstruir la unidad entre los cristiano” (nº1), motivado por “el arrepentimiento y deseo de unión”. También nos dirá que el documento pretende ser un llamamiento a los cristianos a que construyan medios para la unidad.
Con el primer capítulo, el decreto pretenderá definir los principios católicos del ecumenismo. Esto no nos debe llevar a error, no debemos confundir esto con un “ecumenismo católico” yuxtapuesto al cristiano en general[3] sino unos principios regidos  por la Iglesia Católica con el cual establecen una postura ecuménica.
Digamos que  establecerá una teología católica sobre la unidad y la unicidad[4], que parte del ruego de Jesús “que todos sean uno” (Jn 17) y el cual instituye una Iglesia con el colegio de los Doce, unidos por la fuerza del Espíritu Santo (nº 2). Vemos una “eclesiología de comunión” en la cual  toda ella culmina en el misterio eucarístico, fuente y expresión de la unidad[5].
También nos prohíbe tener una actitud inquisidora con respecto a los hermanos separados pues somos hermanos que estamos unidos por el bautismo  (nº 3). Por lo tanto, estamos, aunque imperfecta, en comunión.
En el nº 3 vemos una afirmación muy importante, que “las Iglesias y Comunidades separadas, aunque carecen deficiencias, de ninguna manera carecen de significación y peso en el misterio de la salvación”. Ya en la encíclica Mystici Corporis (1943) de Pio XII vemos la afirmación que la Iglesia católica es la Iglesia de Jesucristo pero también este mismo papa condenaba la interpretación exclusivista del axioma extra ecclesiae nulla salus[6]. Con el concilio se dará un paso y se dirá que hay medios de salvación que la encontramos en su plenitud en la Iglesia Católica. Es afirmación es fundamental para el diálogo ecuménico para ser tolerantes y valorar al hermano separado sin caer en un relativismo eclesiológico.
En el nº 4 vemos una meta: que todos los cristianos se consagren en la única celebración de la Eucaristía,  el mayor signo de unidad. De este número también hay que subrayar la importancia que le da a la libertad y la caridad, esta última es el medido fundamental del cristiano.
Para estudiar el ecumenismo es fundamental tener en cuenta la conversión interior (nº 6). No podemos echar balones fuera, debemos tener en cuenta que nosotros podemos ser fabulosos puentes o inmensos obstáculos para la unidad.
En el nº 11 vemos algo muy importante para el diálogo ecuménico: la jerarquía de verdades. Con esto se quiere decir que no se puede dar la misma importancia a distintas
afirmaciones. Hay que distinguir lo que es verdad de fe, verdad teológica cierta, hipótesis teológica o especulación de filosofía religiosa[7].
El capítulo tercero hablará de una manera más pragmática de las dos grandes divisiones que hay en la Iglesia: Oriente (Ortodoxos) y Occidente (Reformados)[8].
La conclusión el concilio es básicamente recordar el compromiso que tiene todo cristiano y cristiana con respecto al diálogo ecuménico (nº 24).
En mi opinión, Unitatis Redintegratio es uno de los decretos más “progresistas” de todo el concilio. Es un documento que llama incesantemente al diálogo, al desaburguesamiento y al progreso de ls instituciones y conciencias religiosas para que se den frutos ya en la historia de una comunión que debemos esperar a la escatología para que sea plena.
En palabras del concilio y del cardenal Walter Kasper[9], pienso que es fundamental tener en cuenta el Espíritu, que aunque debemos trabajar por la unidad esta es una gracia divina. Esto, más que abusrguesarnos, nos debe ayudar a caminar pues nos hace ser más consciente que esto no es una lucha ideológica, una moda pasajera ni siquiera una cuestión moral sino más bien un mandato del mismo Jesucristo que nos alienta con su Espíritu.





[1] Introducción al decreto Unitatis Redintegratio” en Concilio Ecuménico Vaticano II, Ed. BAC, Madrid, 62007, p. 602.
[2] Ibíd., p. 604.
[3] Ibíd., p. 603.
[4] G. Thils, El decreto sobre ecumenismo del Concilio Vaticano II, comentario doctrinal, Ed. Desclee de Brouwer, Bilbao, 1968, .45.
[5] Ibíd., p. 46.
[6] W. Kasper, Conferencia sobre el 40 aniversario de la promulgación del decreto conciliar "Unitatis Redintegratio", http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/chrstuni/card-kasper docs/rc_pc_chrstuni_doc_20041111_kasper-ecumenism_sp.html, Vaticano, 2004.

[7] Ibíd., p. 157.
[8] Ibíd., p. 168.
[9] W. Kasper, Conferencia sobre el 40 aniversario de la promulgación del decreto conciliar "Unitatis Redintegratio”

jueves, 3 de diciembre de 2015

Reseña del trabajo "El ecumenismo en la teología de Yves Congar"

Este trabajo pretende exponer de manera somera el ecumenismo de nuestro autor dominico. Para ello cogeremos como fuente su artículo publicado en la magna colección de teología dogmática, Mysterium Salutis, Las propiedades esenciales de la Iglesia, en concreto, el apartado de La Iglesia es Una.
Comenzaremos por exponer las distintas formas de unidad que tiene la Iglesia, es decir, los lazos de unión: la fe, los sacramentos y la vida social. Luego veremos el concepto de Congar de la Iglesia como comunión, relacionado con la categoría de Pueblo de Dios que nuestro autor trabajó con mucho ahínco.
Pasaremos a ver las rupturas, sus formas concretadas en el cisma y la herejía y la situación en la que se encuentras estos individuos y cómo debe actuar la Iglesia con ellos.
Por último y a modo de conclusión, veremos la importancia que le da Congar a la actitud ecuménica por parte de los miembros de la Iglesia Católica, sobre todo de los teólogos, siendo así no solo un ecumenismo teórico sino moral y pastoral.


martes, 3 de noviembre de 2015

El Papa Francisco y el ecumenismo espiritual


El pontificado del Papa Francisco, aunque corto, no ha dejado de sorprender al mundo secular, en general, y a la cristiandad, en particular. Uno de los grandes subrayados que hace es el diálogo ecuménico y esto se manifiesta en los múltiples encuentros bilaterales y personales que tienen lugar tanto en el Vaticano como en las distintas sedes episcopales y comunidades.
¿Cuál es el lenguaje con que el Papa Francisco lleva a cabo estos diálogos? El ecumenismo espiritual. El ecumenismo espiritual es buscar aquello que nos une, con humildad y ansia de verdad y misericordia, y compartir esta riqueza para el bien de la Iglesia y el mundo. Lo que nos une es Jesucristo, Hijo de Dios Padre, en comunión con el Espíritu Santo y el mismo camino, es aquí donde reside el principio y fin del ecumenismo espiritual. El ecumenismo nos debe llevar inevitablemente a caminar juntos hacia la unidad plena, con fe y sin decaer en el derrotismo o en la división.
El cristiano no debe ser indiferente ante el mal de la división pues hiere a la Iglesia y, por tanto, a Cristo. Esta división es producida por la soberbia y el egoísmo, incluso un cierto egoísmo eclesial el cual ve una Iglesia mejor o más que la otra. Esto es un motivo de vergüenza que se debe derrocar cuanto antes.
Para llevar a cabo este diálogo, este ecumenismo espiritual, el Papa practica tres grandes actitudes: acogida, reconocimiento y misión conjunta.
Primero, la acogida, el Papa acoge con alegría y hospitalidad a las cabezas o representantes de las iglesias. Esto implica una escucha sincera y humilde entre ambas partes. Esto llevará al reconocimiento mutuo. El reconocimiento de ver al cristiano, sea de la confesión que sea, como un hermano, incluso atreviéndose a designarlo como “Santidad” o “Papa”. También este reconocimiento nos lleva al ecumenismo de sangre, un camino ecuménico que es alimentado por los mártires cristianos que, aunque de distintas confesiones, mueren por el mismo Cristo. Por último, esta acogida y reconocimiento lleva al trabajo corporativo, a la misión conjunta, llevando acabo encuentros o actividades internacionales de paz. También vemos una misión contemplativa, de una oración conjunta y por la unidad de los cristianos. Orar y celebrar para trabajar juntos por un mundo mejor, como hizo el Jesús histórico. Una misión motivadora para este camino arduo más siempre esperanzador.

En conclusión, desde mi punto de vista, es admirable y motivo de alegría que nuestro actual Papa decida situar el ecumenismo en un lugar privilegiado de su pontificado. Me gusta la constante petición por la humildad en ambas partes. Contra la soberbia y el egoísmo, la humildad como norma en el caminar juntos hacia la unidad plena, hacia el restablecimiento del único Cuerpo de Cristo pues es un escándalo presentar al mundo, y más un mundo que necesita hoy más que nunca a la Iglesia, un Cristo fragmentado por el pecado humano. Dice el mismo Papa que el mayor mal del ser humano es la indiferencia. Espero que este Papa aliente en nosotros los cristianos una actitud misionera hacia la comunión en nuestras Iglesia locales, en nuestras parroquias.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Primera Tarea

I.                ¿Qué entendemos por unidad de las iglesias?
Entender la iglesia católica como una de las que hay, ayudando a unificar y construir puentes de unión con las demás confesiones. La humanidad tan vacía de sentido necesita ahora más que nunca el mensaje de la Buena Nueva, por lo tanto, las iglesias no le pueden ofrecer un Cristo roto sino unido por el amor y la misión de la persona del Hijo de Dios.
II.             ¿En qué consiste el ecumenismo?
En buscar la unidad en la diversidad de la Iglesia extendida por todo el mundo, sabiendo que nos diferencian barreras culturales y políticas pero eso no nos puede llevar a la división de confesiones que ahora mismo vivimos.
III.           ¿Qué valor debe darle el nuevo pontífice a la tarea ecuménica?
Enorme, pues es necesario para el bien de las iglesias locales y continentales. No podemos caer en un centralismo sino que tenemos la misión de prestar atención a las diferencias que caracteriza a cada iglesia con el fin de hallar la unidad que tanto ansía la Iglesia y el mundo.
IV.           ¿Cuáles deben ser las claves del pontificado del Papa Francisco?

-        Ofrecer al mundo la alternativa espiritual que la Iglesia tiene: Jesucristo. Una alternativa que de sentido vital a un mundo que se ha olvidado a Dios. En una dinámica de diálogo.
-        Lograr la unidad dentro de la diversidad a las iglesias locales.
-        Transparencia en el gobierno de la Iglesia.
-        Reinventar el papado con la ayuda de las demás iglesias para que el diálogo hacia la unidad progrese.
-        El papel de la mujer en la iglesia.
V.              ¿Cómo entiende su papel en la búsqueda de la unidad de las iglesias?
El papa Francisco, a lo largo de su relativamente corto pontificado ha tenido gestos preciosos con los hermanos separados. Ha buscado la unidad en la persecución, en el martirio, diciendo que cuando matan a un cristiano, no le preguntan de qué confesión es[1]. También, durante la misa con los hermanos armenios (12 de abril del 2015), se unió a la denuncia del genocidio vivido a principios del siglo pasado. Por último, en su viaje a Turquía le pidió al patriarca Bertolomé la bendición para él y para la Iglesia de Roma, ofreciendo así un papado entre iguales, eliminando toda jerarquía vertical posible, donde el papa de Roma estaría por encima.
Desde mi punto de vista, el papa está caminando por la senda del ecumenismo desde la categoría de la colegialidad, esencial para que el deseo de la unidad sea una realidad palpable.



[1] Es lo que él llama “ecumenismo de sangre”. Ver comunicado con ocasión de la jornada por la unidad de los cristianos el 27 de mayo del 2015 https://www.youtube.com/watch?v=rNjEkOd9Xic.