El pontificado del Papa Francisco,
aunque corto, no ha dejado de sorprender al mundo secular, en general, y a la
cristiandad, en particular. Uno de los grandes subrayados que hace es el
diálogo ecuménico y esto se manifiesta en los múltiples encuentros bilaterales y
personales que tienen lugar tanto en el Vaticano como en las distintas sedes
episcopales y comunidades.
¿Cuál es el lenguaje con que el
Papa Francisco lleva a cabo estos diálogos? El ecumenismo espiritual. El ecumenismo espiritual es buscar aquello
que nos une, con humildad y ansia de verdad y misericordia, y compartir esta
riqueza para el bien de la Iglesia y el mundo. Lo que nos une es Jesucristo,
Hijo de Dios Padre, en comunión con el Espíritu Santo y el mismo camino, es
aquí donde reside el principio y fin del ecumenismo espiritual. El ecumenismo
nos debe llevar inevitablemente a caminar juntos hacia la unidad plena, con fe
y sin decaer en el derrotismo o en la división.
El cristiano no debe ser
indiferente ante el mal de la división pues hiere a la Iglesia y, por tanto, a
Cristo. Esta división es producida por la soberbia y el egoísmo, incluso un
cierto egoísmo eclesial el cual ve una Iglesia mejor o más que la otra. Esto es
un motivo de vergüenza que se debe derrocar cuanto antes.
Para llevar a cabo este diálogo,
este ecumenismo espiritual, el Papa practica tres grandes actitudes: acogida,
reconocimiento y misión conjunta.
Primero, la acogida, el Papa
acoge con alegría y hospitalidad a las cabezas o representantes de las
iglesias. Esto implica una escucha sincera y humilde entre ambas partes. Esto
llevará al reconocimiento mutuo. El reconocimiento de ver al cristiano, sea de
la confesión que sea, como un hermano, incluso atreviéndose a designarlo como “Santidad”
o “Papa”. También este reconocimiento nos lleva al ecumenismo de sangre, un camino ecuménico que es alimentado por los
mártires cristianos que, aunque de distintas confesiones, mueren por el mismo
Cristo. Por último, esta acogida y reconocimiento lleva al trabajo corporativo,
a la misión conjunta, llevando acabo encuentros o actividades internacionales
de paz. También vemos una misión contemplativa, de una oración conjunta y por
la unidad de los cristianos. Orar y celebrar para trabajar juntos por un mundo
mejor, como hizo el Jesús histórico. Una misión motivadora para este camino
arduo más siempre esperanzador.
En conclusión, desde mi punto de
vista, es admirable y motivo de alegría que nuestro actual Papa decida situar
el ecumenismo en un lugar privilegiado de su pontificado. Me gusta la constante
petición por la humildad en ambas partes. Contra la soberbia y el egoísmo, la
humildad como norma en el caminar juntos hacia la unidad plena, hacia el
restablecimiento del único Cuerpo de Cristo pues es un escándalo presentar al
mundo, y más un mundo que necesita hoy más que nunca a la Iglesia, un Cristo
fragmentado por el pecado humano. Dice el mismo Papa que el mayor mal del ser
humano es la indiferencia. Espero que este Papa aliente en nosotros los
cristianos una actitud misionera hacia la comunión en nuestras Iglesia locales,
en nuestras parroquias.